Para pasar las penas
No es cualquier bar, es el Quitapenas, el mismo que recibió el premio Ciudad de la Fundación Futuro. Un reconocimiento al valor patrimonial del recinto que, en el año 1900, era escritorio y dormitorio del poeta Pedro Antonio González.
Dicen que en todos los pueblos del país hay una cantina frente al cementerio. Suelen llamarse “Quitapenas”. El de Santiago es el primero de todos: El Quitapenas en calle Recoleta, frente al Cementerio General. Un local con más de 100 años de historia, por el que han pasado miles de deudos para dejar de lado la amargura.
Entre el olor a flores y el sonar de un arpa, si es festivo o fin de semana, se pasan las tristezas en El Quitapenas. En este popular restaurante, el pernil, el pipeño y la chicha son los reyes. Aquí se vive de la desgracia ajena, del “que en paz descanse” y del “paró la chala”, cuenta José Miguel Mendoza Yáñez, el último dueño a lo largo de sus más de 100 años de existencia. Se trata de un boliche sencillo, acogedor y de platos muy abundantes, donde el pernil con papas -suficiente para alimentar a un batallón de cinco- cuesta $ 5.000 y el vaso de chicha, pipeño o la cañita de vino cuesta $ 500.
La leyenda de este lugar cuenta que en la década del 20, los futbolistas David Arellano y Clemente Acuña llegaron al bar a pasar las penas tras haberse alejado de su ex club, Magallanes. Ahí, entre cañita y cañita, se les ocurrió formar uno nuevo. Nada menos que Colo-Colo.
Acceso. Recoleta 1485. Teléfono: 737 8199.
Dato. En el libro “El Santiago que se fue”, se puede encontrar el primer recuerdo que se ha documentado del local: en 1900, para el poeta Pedro Antonio González El Quitapenas era dormitorio, biblioteca, cuarto de tarea y bar. Cuando murió, a González lo velaron ahí mismo. Fue uno de muchos escritores que pasaron allí sus noches. Jaime Quezada y Jorge Teillier también que pasaron la pena del fallecimiento del poeta Armando Rubio en el lugar.
