Tendencias y decoración

Nobleza de la plasticina

Si para muchos la plasticina es un material asociado a las técnicas manuales, cuando pasa por el virtuosismo, el rigor y la inteligencia, se transforma en algo que no habíamos imaginado. Es lo que sucede con la obra de Jacinta Besa (31), una artista  que ha utilizado este material llevándolo a una refinada expresión estética para hablar de su historia y sus contradicciones como mujer.  Por Catalina Mena Larraín.

La plasticina, un material tradicionalmente asociado a las manualidades, a lo infantil, precario y desechable. La plasticina obedece también a la plasticidad de un cerebro que no se rigidiza en respuestas absolutas: como el de Jacinta Besa. Es moldeable, flexible y dócil a la mano. En su obra ha sido utilizada con extrema delicadeza, para representar e intervenir objetos que remiten al mundo de lo doméstico y femenino, explorando las posibilidades de lo pictórico: volúmenes, brillos, luces y sombras, texturas y diferentes matices de color.

Egresada de Arte en la Universidad Católica y con estudios en The Art Student League de Nueva York, Jacinta  ha desarrollado su obra  durante diez años, como un ejercicio autorreflexivo, a través del cual revisa su propia biografía y su lugar como mujer. La artista recupera su memoria familiar, haciéndose cargo de apegos y distancias, ideas y sentimientos encontrados. “Siempre me sentí muy distinta y ajena a las ideas que imperaban en mi familia, donde prima una visión más bien conservadora de la vida”, confiesa. “Nada de lo que yo hiciera parecía correcto o apropiado. Eso me obligó a ir estructurando una identidad propia a través del arte y, al mismo tiempo, ir resolviendo las contradicciones con mi herencia, integrando aquellas cosas que quiero y aceptando aquellas que no comparto”.

Mediante un proceso de producción muy lento y riguroso -que corre a contrapelo de la ansiedad contemporánea- Jacinta ha ido configurando el particular imaginario de su obra. Sus imágenes desmontan y recomponen estereotipos de género, poniendo a dialogar elementos propios de la naturaleza que se entrecruzan con íconos culturales. La mujer aparece unas veces como símbolo forzado a calzar con ciertos hábitos y clichés, pero otras veces se despliega como flora, fertilidad y potencia.

Una estadía en Berlín, hace poco más de un año, inaugura la etapa actual de su trabajo. Allí empezó a ir a mercados de las pulgas y antigüedades que están en distintos distritos de la ciudad, recolectando objetos y visualidades que responden al estilo de vida de la burguesía europea, que sigue siendo un modelo estético para las burguesías de otros lugares del mundo. Los objetos e imágenes de las ferias de antigüedades, las delicadas figuritas de loza que celebran las costumbres cortesanas del siglo XVIII, las tacitas, las frágiles copas y las teteras finamente ornamentadas le resonaron, como un eco, al decorado que ya había visto en la casa de sus abuelos, aficionados a coleccionar todo tipo de fetiches.

Desde un logrado virtuosismo técnico y una mirada artística y conceptual ya consolidada, su trabajo plantea la necesidad de integrar y renovar nuestra biografía y de incorporar las diferencias que todos tenemos respecto a nuestro contexto de origen, para que, en vez de paralizarnos, nos reafirmen, y en vez de separarnos, nos ayuden a dialogar.

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